martes, 6 de diciembre de 2011
Ojos cerrados (o de cómo la gente se aparta de Dios)
Imagina que tienes los ojos vendados, y alguien de confianza coloca sus manos sobre tus hombros con la finalidad de guiarte, tus pasos comienzan a enfilarse a algún lugar y tu permaneces caminando sencillamente porque confías, conversan y aunque te sientes infantil, la experiencia no es precisamente mala, mientras tanto escuchas el ruido de la calle, algunos vehículos, la brisa, etc., un poco mas y suena una puerta, ahora el sonido cambia, no mas autos, no mas brisa, no mucha gente, apenas la respiración de quien te guía que de pronto te pide quedarte parado y te suelta, en verdad para ese momento ya no había mucho intercambio verbal entre ambos, en pocos segundos coloca de nuevo sus manos en tus hombros pero notas un cambio de temperatura en una de las dos manos, te extrañas pero escuchas que sonríe y te dice algo, por lo cual comienzas a andar de nuevo, ahora las dos manos parecen diferentes y no estás seguro si sus pasos suenan igual…
Atraviesas un pasillo y sientes que ya no te guía la misma persona, las manos son otras pero se sienten cálidas, ¡tu amigo no habría podido entregarte en las manos equivocadas! así que sigues el rumbo y la ruta se hace rara, pareces subir por momentos y por otros caminar en círculos, la duda empieza, el ambiente no es agradable, la música de fondo, el olor y el aire parece oscuros y pesados, te sientes sin confianza, pero ya estas allí, unos pasos más y entras a un lugar en que las puertas se cierran e indiscutiblemente sabes que estás a bordo de un elevador, escuchas risas de burla con el volumen lo suficientemente bajo para solo parecer advertencias, ninguna de las risas es conocida, con mucha fuerza alguien toma tus manos y las ata, te preguntas porque no escapaste antes, ¿Qué haces allí? Y varias otras cosas, justo en ese instante escuchas claramente una voz femenina muy agradable que en tono dulce te advierte que tu vida está en peligro si intentas pedir ayuda o escapar, las puertas se abren, se cierran, el elevador baja, vuelve a subir, ocurre un par de veces más y en poco tiempo todos salen y estas al aire libre preguntándote exactamente en donde estas, la brisa sopla muy fuerte y una vez más te toman fuertemente y te atan a lo que parece ser un poste, escuchas el seguro de un arma y de nuevo la advertencia de la chica, que esta vez solo te dice, que ni sueñes en voltear…
Te quitan la venda y caminan, se van, salen y cierran una puerta, al percatarte que se fueron te das cuenta que estas atado de manos a un poste sobre el filo de una cornisa, solo en lo alto de un edificio…
Así es como mucha gente se aparta de Dios, en lugar de seguir a Jesús, prefieren la venda y la aventura. Jesús decía “Si alguno quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame” No es posible seguir nada con los ojos vendados, lo que sí se puede es ser manipulado. Hay tantas luces de neón buscando incautos que sin una relación diaria con Dios el riesgo de terminar en la cornisa es bastante alto
Por: Carlos Javier Sivira
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